Cada ciencia tiene sus objetivos y su método adecuado
Juan Ignacio Ruiz Aldaz. Diario de Navarra, 23 de junio de 2008
Las diversas ciencias experimentales, la filosofía y la teología son modos distintos y complementarios de comprender el mundo. Para que las ciencias, la filosofía y la teología contribuyan al conocimiento de la gran sinfonía de la verdad, es imprescindible un clima de diálogo y colaboración mutuos, con un total respeto a la autonomía propia de cada una. Para ello es necesaria también una clara conciencia de los límites de cada disciplina. Cuando se construyen de forma correcta, ninguna de estas actividades intelectuales es una empresa irracional, indigna de la inteligencia humana.
Todas las ciencias tienen su método, es decir, un conjunto de procedimientos que aplica para conocer aquel aspecto de la realidad en que investiga: observación, elaboración de hipótesis, experimentos contrastables, confirmación o desmentido de hipótesis. El método de la ciencia experimental permite formular leyes de validez universal y necesaria mediante el lenguaje matemático. Sin embargo, hay que tener en cuenta que todo método tiene sus posibilidades y también sus límites. Ningún método científico puede pretender explicar toda la realidad.
Es legítimo salir de casa con un metro. Quien lo haga, puede volver a casa con muchas medidas muy exactas, pero no puede pretender decir que en el mundo no hay nada más que medidas. Los físicos hacen muy bien en buscar leyes que expliquen cada vez mejor la actividad de la materia. Pero el método de la física no permite decir que todo en la realidad son leyes materiales. Quien lo sostenga ha abandonado la física y ha empezado a hacer una [mala] filosofía que consiste en extrapolar los datos de una ciencia a toda la realidad. Esa filosofía se llama materialismo. Al contrario que la ciencia verdadera, el cientificismo supone la aceptación ciega de un postulado a priori injustificado y por tanto irracional.
La ideología cientificista ha pretendido convencernos de que el horizonte hacia el que hay que caminar es la desaparición de cualquier otro modo de acceder a la realidad (la filosofía, la fe cristiana). Es la típica imposición de la dictadura de la razón positivista. Hoy por hoy existen otro tipo de posturas más sutiles. Según algunos, tanto la religión como la ciencia se basan en opciones subjetivas que resultan incompatibles entre sí, que escogen modelos de explicación de la realidad contradictorios. En definitiva, dos formas de fe imposibles de alear, como el barro y el hierro. La idea de fondo sigue siendo que fe cristiana y ciencia son dos enemigos irreconciliables que deben aprender a convivir.
Pero en el fondo se sostiene que una, la fe religiosa, es irracional y está destinada a desaparecer ante el empuje de las ciencias. Dicen que hay que evitar todo intrusismo entre ambas. Pero es extraña esta forma de evitar todo intrusismo que consiste en cometer el intrusismo de aspirar a cerrar las puertas a la fe religiosa. Quienes así piensan advierten que quizá las ciencias nunca logren este objetivo. Sin embargo, esta aparente retirada mantiene su crítica de fondo: la reducción de la fe religiosa a una opción irracional y el complejo de superioridad de la ciencia. Es cierto que hay que evitar todo intrusismo entre los saberes. Pero la razón no es la imposibilidad de diálogo racional. Lo que se necesita es una racionalidad amplia, abierta al contraste de pareceres.
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