19 julio 2008

74/08: Jornada de la Juventud

Fiesta de acogida de las JMJ: Benedicto XVI denuncia el “relativismo indiscriminado”, el “consumismo insaciable” y el “laicismo” que “deja a Dios en el banquillo”

En el discurso que Benedicto XVI pronunció en la fiesta de acogida de las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) este jueves, 17 de julio, el Papa convirtió el medio ambiente, el relativismo, el laicismo y la dignidad humana en los ejes de su mensaje ante los casi 250.000 jóvenes asistentes y otros tantos peregrinos de todas las edades.

El Pontífice llegó a la Bahía de Sydney a bordo del crucero ‘Sydney 2000’, de la línea ‘Captain Cook’, escoltado por 13 barcos. Desde el embarcadero de Barangaroo, el Papa inició su discurso de bienvenida mostrando su alegría por la presencia multitudinaria de jóvenes provenientes de todas partes del mundo.

“Bastantes de vosotros venís de tan lejos como yo, de Europa”, dijo antes de verse interrumpido por un estruendoso aplauso. “Estamos aquí –continuó- como discípulos de Cristo, alentados por su Espíritu para ser testigos de su amor y su verdad ante los demás”.

“Los que no están presentes”

Según informa la agencia ZENIT, a continuación el Papa agradeció a los aborígenes el recibimiento que le habían dispensado e hizo una referencia a las injusticias cometidas contra ellos en el pasado.

“Estoy muy emocionado al encontrarme en vuestra tierra, conociendo los sufrimientos y las injusticias que habéis padecido, pero consciente también de la reparación y de la esperanza que se están produciendo ahora, de lo cual pueden estar orgullosos todos los ciudadanos australianos”, dijo.

Sus siguientes palabras fueron para “incluir también a los que no están aquí presentes”. “Pienso especialmente en los enfermos o los minusválidos psíquicos, en los jóvenes en prisión, en los que están marginados por nuestra sociedad y en los que por cualquier razón se sienten ajenos a la Iglesia. A ellos les digo: Jesús está cerca de ti. Siente su abrazo que cura, su compasión, su misericordia”, añadió.

Por una ecología humana

Más adelante, el Papa sentó con su discurso los cimientos de una ecología humana que, además de contemplar el entorno natural, tenga en cuenta también el social.

Hay heridas que marcan la superficie de la tierra: la erosión, la deforestación, el derroche de los recursos minerales y marinos para alimentar un consumismo insaciable”, dijo.

“Algunos de vosotros provenís de islas-estado, cuya existencia misma está amenazada por el aumento del nivel de las aguas; otros de naciones que sufren los efectos de sequías desoladoras. La maravillosa creación de Dios es percibida a veces como algo casi hostil por parte de sus custodios, incluso como algo peligroso. ¿Cómo es posible que lo que es ‘bueno’ pueda aparecer amenazador?”, se preguntó.

Por otra parte, “descubrimos que no sólo el entorno natural, sino también el social -el hábitat que nos creamos nosotros mismos- tiene sus cicatrices; heridas que indican que algo no está en su sitio”, añadió.

“Los ejemplos abundan, como bien sabéis. Entre los más evidentes están el abuso de alcohol y de drogas, la exaltación de la violencia y la degradación sexual, presentados a menudo en la televisión e Internet como una diversión”, recordó el Papa.

“Me pregunto cómo uno que estuviera cara a cara con personas que están sufriendo realmente violencia y explotación sexual podría explicar que estas tragedias, representadas de manera virtual, han de considerarse simplemente como ‘diversión’” acabó denunciando.

Siniestro relativismo

Benedicto XVI destacó también en su discurso que “hay también algo siniestro que brota del hecho de que la libertad y la tolerancia están frecuentemente separadas de la verdad. Esto está fomentado por la idea, hoy muy difundida, de que no hay una verdad absoluta que guíe nuestras vidas”, dijo.

El relativismo, dando en la práctica valor a todo, indiscriminadamente, ha hecho que la ‘experiencia’ sea lo más importante de todo. En realidad, las experiencias, separadas de cualquier consideración sobre lo que es bueno o verdadero, pueden llevar, no a una auténtica libertad, sino a una confusión moral o intelectual, a un debilitamiento de los principios, a la pérdida de la autoestima, e incluso a la desesperación”, afirmó.

“Dejar a Dios en el banquillo”

El Papa también tuvo palabras para criticar el hecho de que “hoy muchos sostienen que a Dios se le debe ‘dejar en el banquillo’, y que la religión y la fe, aunque convenientes para los individuos, han de ser excluidas de la vida pública, o consideradas sólo para obtener limitados objetivos pragmáticos”, denunció.

“Esta visión secularizada intenta explicar la vida humana y plasmar la sociedad con pocas o ninguna referencia al Creador. Se presenta como una fuerza neutral, imparcial y respetuosa de cada uno. En realidad, como toda ideología, el laicismo impone una visión global”, continuó.

El Pontífice remató este tema advirtiendo de que “si Dios es irrelevante en la vida pública, la sociedad podrá plasmarse según una perspectiva carente de Dios. Sin embargo, la experiencia enseña que el alejamiento del designio de Dios creador provoca un desorden que tiene repercusiones inevitables sobre el resto de la creación. Cuando Dios queda eclipsado, nuestra capacidad de reconocer el orden natural, la finalidad y el ‘bien’, empieza a disiparse”.

“Dignidad innata de toda vida humana”

Por último, el Papa se hizo la siguiente pregunta: “¿Sabemos reconocer que la dignidad innata de toda persona se apoya en su identidad más profunda -como imagen del Creador- y que, por tanto, los derechos humanos son universales, basados en la ley natural, y no algo que depende de negociaciones o concesiones, fruto de un simple compromiso?

“Esto nos lleva reflexionar sobre el lugar que ocupan en nuestra sociedad los pobres, los ancianos, los emigrantes, los que no tienen voz. ¿Cómo es posible que la violencia doméstica atormente a tantas madres y niños? ¿Cómo es posible que el seno materno, el ámbito humano más admirable y sagrado, se haya convertido en lugar de indecible violencia?, siguió preguntándose.

“La preocupación por la no violencia, el desarrollo sostenible, la justicia y la paz, el cuidado de nuestro entorno, son de vital importancia para la humanidad. Pero todo esto no se puede comprender prescindiendo de una profunda reflexión sobre la dignidad innata de toda vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, una dignidad otorgada por Dios mismo y, por tanto, inviolable”, dijo.

Benedicto XVI concluyó su discurso con un saludo a los peregrinos en italiano, francés, alemán, español y portugués, pero antes se despidió de los jóvenes con las siguientes palabras: “Habéis sido recreados en el Bautismo y fortalecidos con los dones del Espíritu en la Confirmación precisamente para dar testimonio de esta realidad. Que sea éste el mensaje que vosotros llevéis al mundo desde Sydney”.

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