CIUDAD DEL VATICANO, 10 JUN 2008 (VIS).-Ayer por la tarde, en la basílica de San Juan de Letrán, Benedicto XVI inauguró el Congreso eclesial de su diócesis, que se celebra del 9 al 12 de junio, sobre el tema: "Jesús ha resucitado. Educar a la esperanza en la oración, en la acción y en el sufrimiento".
Refiriéndose a la esperanza cristiana, el Papa explicó que "concierne en cierto modo a cada uno de nosotros, (...) pero también es esperanza comunitaria, esperanza para la Iglesia y para toda la familia humana".
"En la sociedad y en la cultura de hoy, y por tanto también en nuestra amada ciudad de Roma -dijo- no es fácil vivir en el signo de la esperanza cristiana. (...) Existe una sensación difusa de que para Italia y también para Europa los años mejores ya han quedado atrás y que espera a las nuevas generaciones un destino de precariedad y de incertidumbre".
"Por otra parte, las expectativas de grandes novedades y mejoras se concentran en las ciencias y las tecnologías", pero éstas "no pueden dar sentido a nuestra vida y no nos pueden enseñar a distinguir el bien del mal. Por eso -añadió-, como he escrito en la encíclica "Spe salvi" "No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor. Eso es válido incluso en el ámbito puramente intramundano".
El Papa dijo que nuestra civilización y nuestra cultura tienden con frecuencia "a poner a Dios entre paréntesis, a organizar la vida personal y social sin El, y a considerar que no se puede conocer nada de Dios, o incluso a negar su existencia. Pero cuando se abandona a Dios (...) todas nuestras grandes y pequeñas esperanzas se apoyan en el vacío".
Por eso, continuó, "para educar a la esperanza", "como nos proponemos en este congreso y en el próximo año pastoral, sobre todo es necesario abrir a Dios nuestro corazón, nuestra inteligencia y toda nuestra vida, para ser así, en medio de nuestros hermanos, sus testigos creíbles".
El Santo Padre afirmó que "la conciencia aguda y difusa de los males y de los problemas de Roma está despertando la voluntad de realizar un esfuerzo común: tenemos que aportar nuestra contribución específica, comenzando por aquel tema decisivo que es el de la educación y la formación de la persona, afrontando con espíritu constructivo los otros numerosos problemas concretos que dificultan la vida de los habitantes de esta ciudad".
"En particular, trataremos de promover una cultura y una organización social más favorables a la familia y a la acogida de la vida, así como a la valorización de las personas ancianas, tan numerosas entre la población de Roma. Trabajaremos para responder a aquellas necesidades primarias que son el trabajo y la casa, sobre todo para los jóvenes. Compartiremos el compromiso para que nuestra ciudad sea más segura y "habitable", y haremos lo posible para que lo sea para todos, en particular para los pobres, y para que los inmigrantes que vienen aquí con la intención de encontrar un espacio de vida respetando nuestra leyes, no sean excluidos".
Benedicto XVI terminó su discurso alentando a los jóvenes a atesorar el "gran don de la esperanza cristiana en la libertad y en la responsabilidad, para vivificar por medio de él el futuro de nuestra amada ciudad".
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