14 marzo 2006

Y después de un aborto... ¿qué?

Hay un intento consciente e interesado de silenciar una realidad que está en las estadísticas científicas de prestigiosas revistas de investigación médica: el aborto no es una mera elección inocua. Además del valor moral del asesinato cometido, la mujer que aborta lleva consigo unas consecuencias médicas que nos se pueden ocultar: los datos resultan escalofriantes


Aborto y depresión

Entrevista con Theresa Burke de las Rachel’s Vineyard Ministries

¿Cuáles son los riesgos de depresión que surgen de la culpabilidad por un aborto?


Burke: Puesto que el aborto es legal, se presume que debería ser seguro. De hecho, suele identificarse como un «derecho» de la mujer. Se supone que este derecho, o privilegio, libera a las mujeres de la carga de los embarazos no queridos. Se supone que les proporciona alivio, no pena ni depresión.

Uno de los grandes problemas es que cuando las mujeres se ven asaltadas por sus propias reacciones naturales ante la pérdida, no entienden qué es lo que va mal. Muchas mujeres van a tratamiento para la depresión, la ansiedad, o las adicciones, pero simplemente no comprenden las raíces de su enfermedad. En muchos casos son narcotizadas y se les da un diagnóstico pero nunca se les pone en el camino de la curación y la recuperación.

El recuerdo y los sentimientos sin resolver sobre el aborto se convierten en fuentes de presión que pueden surgir años después en formas inesperadas. Las emociones sin resolver demandarán atención tarde o temprano, con frecuencia a través del desarrollo de perturbaciones emocionales o de comportamiento.

El profesor David Fergusson, un investigador en la Escuela de Medicina Christchurch de Nueva Zelanda, quiso probar que el aborto no tenía consecuencias psicológicas. Se sorprendió al descubrir que las mujeres que habían tenido abortos tenían una probabilidad 1,5 veces mayor de sufrir alguna enfermedad mental, y dos o tres veces mayor de abusar del alcohol y/o las drogas.

Fergusson siguió a 500 mujeres desde su nacimiento hasta la edad de 25 años. «Las que habían tenido un aborto tenían como consecuencia elevados índices de problemas de salud mental, incluyendo la depresión (46% de aumento), la ansiedad, los comportamientos suicidas y abuso de sustancias», dice el informe publicado en la «Journal of Child Psychiatry and Psychology».

El aborto es responsable de hecho de toda una serie de problemas profundos:

– Un 160% de aumento en los índices de suicidio en Estados Unidos, según los «Archives of Women’s Mental Health», en el 2001;

– Un aumento del 225% en los índices de suicidio en Gran Bretaña, según el «British Medical Journal», en 1997;

– Un aumento del 546% en los índices de suicidio en Finlandia, según los «Acta Obstetrica et Ginecologia Scandinavia», en 1997.

En total, el aumento en la media del riesgo de suicidio en estos tres estudios es de un 310%.

El alto índice de suicidios a consecuencia del aborto refuta claramente el mito de que poner término a un embarazo es más seguro que dar a luz.

El estudio que se basa en los mejores resultados ligados a índices de admisión psiquiátrica tras haber abortado revela que en los cuatro posteriores al embarazo, las mujeres que han abortado tienen de dos a cuatro veces más hospitalizaciones psiquiátricas que las mujeres que dieron a luz.

Otro estudio revela que incluso cuatro años después el índice de admisiones psiquiátricas permanecía un 67% más alto que el de las mujeres que no habían abortado.

A las mujeres que abortan se les suele diagnosticar reacciones a los cambios, psicosis depresiva y desórdenes neuróticos y bipolares, según los «Archives of Women’s Mental Health», del 2001.

El riesgo de depresión posparto y psicosis durante los nacimientos deseados también se suele ligar a un aborto previo. Hasta 8 años de promedio tras los abortos, las mujeres casadas sufren un riesgo un 138% mayor de depresión clínica en comparación con las mujeres solteras que llevaron hasta el final su primer embarazo no querido. Esto según el «British Medical Journal» del 19 de enero de 2002.

En la categoría de abuso de drogas y alcohol, vemos a muchas mujeres que tras el aborto intentan hacer frente a su conflicto y dolor internos a través de un riesgo de abuso de sustancias 4,5 veces mayor. Y esto se basa sólo en informaciones sobre abuso de sustancias. Hay que pensar en todas aquellas personas que piensan que beber ocho vasos de vino cada noche es sólo una forma de «relajarse». Se informó de este aspecto en la «American Journal of Drug and Alcohol Abuse», en el año 2000.

Los resultados del primer estudio internacional a largo plazo dirigido por el doctor Vincent Rue revelan evidencias aplastantes de desorden de estrés postraumático.

Las estadísticas recogidas en Norteamérica revelan lo siguiente:

– El 55% de las mujeres que habían abortado informaron de pesadillas y preocupación con el aborto;

– El 73% describen situaciones de volver a revivirlo;

– El 58% de las mujeres informan de pensamientos suicidas que relacionan directamente con sus abortos.

– El 68% revela que se sienten mal consigo mismas;

– El 79% informan de culpabilidad, con incapacidad para perdonarse a sí mismas;

– El 63% tienen miedo respecto a sus futuros embarazos y maternidad;

– El 49% tienen problemas al estar cerca de bebés;

– El 67% se describen a sí mismas como «emocionalmente entumecidas».

Una exhaustiva revisión de muchos otros estudios y la experiencia clínica indica que para muchas mujeres, el inicio de disfunciones sexuales y desórdenes alimentarios, el aumento del tabaquismo, los desórdenes de pánico y ansiedad, junto con relaciones de abuso se vuelven formas de vida comunes como consecuencia de su experiencia con el aborto.

¿Hay alguna razón científica o política para no esperar que se estudie la relación entre aborto y depresión, que ha hecho que la investigación no se haya realizado?

Burke: Como sociedad, sabemos debatir sobre el aborto como un tema político pero no sabemos cómo hablar sobre él a un nivel íntimo y personal. No hay normas sociales a la hora de tratar un aborto. En su lugar, intentamos ignorarlo.

Una de las razones por la que no queremos hablar de la pena de las mujeres y hombres que han tenido un aborto es que nosotros, como sociedad, estamos profundamente preocupados por el tema del aborto. Mientras la gran mayoría cree que el aborto debería estar disponible legalmente, a la mayoría también le preocupa moralmente.

Según una importante encuesta, el 77% del público cree que el aborto es quitar una vida humana, con un 49% que lo igual con el asesinato. Sólo el 16% afirma creer que el aborto es sólo «un procedimiento quirúrgico para quitar tejido humano».

Incluso un tercio de quienes se dicen estar muy a favor del aborto admitirá creer que el aborto es quitar una vida humana. Esto es lo que afirma James Davison Hunter en su libro de 1994 «Before the Shooting Begins: Searching for Democracy in America’s Cultural War» (Antes de empezar el Tiroteo: buscando la Democracia en la Guerra Cultural de América).

Estos resultados sugieren que la mayoría de los norteamericanos dejan «colgadas» sus propias creencias sobre el aborto por respetar el «derecho de la mujer a elegir».

Como sociedad hemos escogido tolerar las muertes de los niños no nacidos con el propósito de mejorar las vidas de las mujeres. Este compromiso moral, no obstante, se ve alterado cuando las mujeres se quejan por sus corazones rotos tras el aborto. Hacen que sus oyentes se sientan incómodos y confusos.

La depresión tras un aborto nos fuerza a contemplar no sólo el dolor de un individuo, sino la angustia de nuestra sociedad. Es un tema profundamente complejo y preocupante. La mayoría de nosotros no quiere pensar en ello con demasiada profundidad. Los defensores del aborto suelen vacilar a la hora de reconocer la realidad del dolor postaborto porque temen que esto pueda minar de alguna manera la argumentación política que sirve de apoyo al aborto legal.

Ignorando todas las evidencias contrarias, la mayoría de los que aconsejan a las mujeres les dirán que las reacciones psicológicas al aborto son raras e incluso inexistentes. Se evita cualquier cosa que pueda despertar malestar o intranquilidad. Tales hechos, temen ellos, pueden «persuadirla a no dar su consentimiento para abortar». En esencia, se hace la elección por ella, para protegerla de cualquier información que pudiera disuadirla de su opinión. La colusión de ignorancia y negación comete un abuso y una negligencia con las mujeres, facilitando el potencial para un trauma profundo y que dejará cicatriz.

Las mujeres tienen el derecho a saber los riesgos a que se enfrentan cuando toman la decisión de abortar. A la luz de la preocupante estadística sobre riesgos para la salud mental, el mayor riesgo de cáncer de pecho, etc…, resulta obvio que sean necesarias restricciones y regulaciones para la protección de la salud reproductiva y psicológica de las mujeres.



Zenit. Código: ZS06031308
Fecha publicación: 2006-03-13