La abstinencia no es contagiosa
Autor: Luis Olivera
Arvo.net, 07.07.2003
Lo dijo un ministro italiano, lleno de sentido común, hace ya unos años. Pero fue como si hablara sólo para sordos. Sus palabras se las llevó el viento, aunque los hechos le han dado la razón.. No es un secreto para nadie que el Bajo Sahara africano es víctima de una extendida epidemia del SIDA. Las estadísticas publicadas en 2006 por la UNAIDS (Programas de Naciones Unidas en HIV/SIDA), estiman que 24.5 millones de personas en esa región eran seropositivos a finales del 2005, con 2.7 millones de nuevos casos solamente en ese año.
Desesperados por detener la propagación de esta enfermedad, que va camino de convertirse en la plaga más destructiva de todos los tiempos, los países de África golpeados por el SIDA han mirado hacia Occidente. Sin embargo la asistencia que han recibido parece haber sido más dañina que buena. Las agencias de ayuda de Occidente, dominadas por una mentalidad secular, han bombardeado el continente con programas liberales de educación sexual y condones, ha escrito Colin Mason, Director de Comunicación del Population Research Institute. De acuerdo con la UNAIDS, los índices de infecciones de HIV en África siguen aumentando, lo que sugiere que dichos programas, en vez de frenar la propagación de la enfermedad, realmente están contribuyendo a transmitirla alentando un comportamiento arriesgado.
Se ha explicado en foros internacionales especializados. Pero sus representantes fueron abucheados por los interesados en mantener el “statu quo” actual. Sólo un país africano, Uganda, ha combatido con éxito el SIDA. El índice de VIH prevalente ha bajado drásticamente en los últimos años. En 1992 más del 18% de la población adulta sometida a análisis resultó positiva en la prueba del virus del SIDA. A finales del 2005, sólo el 6.7% resultó positiva. Ningún otro país ha experimentado un descenso comparable a éste. ¿Cómo lo consiguió en tan poco tiempo? Las entidades de Occidente que brindan ayuda, ansiosas por justificar sus programas, falsamente atribuyen este descenso a la educación sexual y al uso del condón. Sin embargo, los mismos ugandeses cuentan una historia mucho más sencilla. Una historia que puede ser resumida en una sola palabra: abstinencia. Pero ya se sabe que no hay peor ciego que el que no quiere ver?
El héroe anónimo de la victoria de Uganda sobre el SIDA es una monja católica llamada hermana Miriam Duggan, M.D. En los inicios de la lucha contra esta mortal enfermedad ella desarrolló un programa llamado “Educación para la Vida”, que alienta a las personas a vivir la abstinencia sexual antes del matrimonio y la fidelidad dentro de él. Educando a las personas acerca de los peligros de la promiscuidad sexual y sus mortales consecuencias, “Educación para la Vida” ha ayudado a cambiar la mentalidad de la gente de Uganda. Ella y sus colaboradores insisten en que este programa, junto con la buena disposición del gobierno para aceptar la educación de la abstinencia, es lo que ha ayudado a reducir la epidemia del SIDA en Uganda.
“Pienso que en la actualidad debe ser muy confuso para los jóvenes responder a la pregunta: ?¿qué camino debería tomar”?, dice Thandi Hadebe, un educador del programa Educación para la Vida. “Y es aquí donde pienso que fallamos con nuestros jóvenes; porque damos mucha información contradictoria”. Hadebe culpa de la epidemia del SIDA a la promoción indiscriminada del condón y a los diversos mensajes de “sexo seguro” que envían los educadores.
Contra los desafíos, han puesto en marcha iniciativas novedosas, con imaginación: Educación para la Vida ensaya una aproximación diferente.
“Enfatizamos el aspecto de la libertad como parte de ellos, y que pueden usarla para protegerse”, dice Fr. Andrew Shjngange, otro educador en el programa. Un nuevo documental llamado ?El cambio ya empezó? celebra esta victoria de la vida y el sentido común.
Desarrollado por el obispo Hugo Slattery, de la diócesis de Tzaneen (Sudáfrica), este documental cuenta la historia de la hermana Miriam y explica cómo funciona en la práctica su programa. En él, el obispo Slattery describe el trabajo de organizaciones basadas en la fe que tratan con las consecuencias sociales del VIH/SIDA. Como es lógico, es la gente de fe la que es heroicamente solidaria con los infectados en sus hogares, y el personal de los orfanatos llenos de huérfanos y niños llorando.
Puestos a hablar con conocimiento de causa, pocas personas conocen mejor que el obispo Slattery los problemas de la epidemia del VIH/SIDA. El índice de adultos con VIH en Sudáfrica era del 18.8% al final del 2005, casi el mismo que en Uganda hace 15 años. El programa ?Educación para la Vida? ha sido introducido en su diócesis y se extendió a lo largo de toda Sudáfrica. El asombroso éxito de Uganda en combatir la propagación del SIDA puede ser atribuido a esta revolucionaria aproximación al problema: a través de la promoción de la abstinencia sexual antes del matrimonio y la fidelidad dentro de él.
Debería imponerse el realismo a la ideología disfrazada de mercantilismo: “(El SIDA) es una amenaza para toda la civilización, es una amenaza para nuestro futuro, es un asunto que nos mueve a preguntarnos: ¿habrá nuevas generaciones aquí en el futuro”?, dice el Obispo Slattery. “Suena pesimista visto de esa forma pero, en realidad, el problema es muy grave, si ves las estadísticas”.
“Se hace cada vez más evidente día a día que la obsesión del mundo occidental por la promoción del condón está estorbando severamente los esfuerzos de los países africanos para manejar efectivamente el VIH/SIDA”, dice el Obispo Slattery. “El único país que muestra un progreso real combatiendo contra esta enfermedad es Uganda” a través de la promoción de la abstinencia antes del matrimonio y la fidelidad dentro del matrimonio. El mundo occidental rehúsa aceptar y destacar este tremendo logro. Por el contrario, están haciendo todo lo posible por arruinarlo usando todos los medios disponibles para promover el condón en este país, contra el deseo de los líderes de su gobierno.
¿Habrá alguien en UNAIDS que esté al tanto de todo esto?
*Luis Olivera, Periodista
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