UNA ENCÍCLICA PROFÉTICA
Autor: Ramon Pi
Lugar: Gaceta.es,
Fecha: 11.08.08
Pablo VI hizo pronósticos en la 'Humanae Vitae'
que se han cumplido con exactitud.
que se han cumplido con exactitud.
SE cumplen estos días 40 años de la publicación de la encíclica Humanae Vitae, probablemente (junto a la Populorum Progressio) la más conocida y la más contestada de su pontificado. Con el valor que da la sabia combinación de la razón, el conocimiento y la prudencia, cualidades todas ellas iluminadas por la fe, Pablo VI se enfrentó a lo que empezaba a ser el nuevo dogma, fruto de la posibilidad técnica, gracias a los anticonceptivos orales (la píldora por antonomasia), de producir la mayor revolución moral de los últimos siglos, derivada de la separación del sexo y la procreación.
A partir de este hecho, el movimiento feminista, que en su origen pretendía la equiparación social y política de las mujeres a los varones, ha derivado en una teoría llamada de género, según la cual cada individuo es libre de escoger sus preferencias sexuales, y esta decisión es la que prevalece sobre lo que ya se consideran limitaciones biológicas. Así, ya no hay dos sexos, sino cinco géneros: masculino homosexual, masculino heterosexual, femenino homosexual, femenino heterosexual, y bisexual. Y hay quien quiere añadir dos más, el transexual y el travestido. Ésta es la conclusión derivada de la desvinculación del sexo y la reproducción: si este nexo no existe, ¿qué argumentos políticos, legislativos, sociales y morales tienen peso suficiente para oponerse a cualquier “orientación sexual”?, como ahora se dice.
Pero las consecuencias no acaban ahí: los embarazos no expresamente deseados (o no aceptados en cualquier momento de la gravidez) legitiman la legalización del aborto. La familia pierde su estructura, y cualquier coyunda queda equiparadas bajo el mismo rótulo pervertido de familia. El instituto jurídico del matrimonio civil queda pulverizado: matrimonio ya es cualquier cosa. Al extenderse la noción de igualdad a cualquier situación, pasando por encima de la biología y la fisiología, deja de haber obstáculos para pretender una igualdad quimérica en todos los órdenes imaginables. Y cuando se comprueba que todo esto no produce más que dolor, muerte, inadaptación social y montañas de carne de psiquiatra, los esfuerzos de los gobernantes se dirigen a los efectos, porque las causas ya se han convertido en dogma intangible.
A partir de este hecho, el movimiento feminista, que en su origen pretendía la equiparación social y política de las mujeres a los varones, ha derivado en una teoría llamada de género, según la cual cada individuo es libre de escoger sus preferencias sexuales, y esta decisión es la que prevalece sobre lo que ya se consideran limitaciones biológicas. Así, ya no hay dos sexos, sino cinco géneros: masculino homosexual, masculino heterosexual, femenino homosexual, femenino heterosexual, y bisexual. Y hay quien quiere añadir dos más, el transexual y el travestido. Ésta es la conclusión derivada de la desvinculación del sexo y la reproducción: si este nexo no existe, ¿qué argumentos políticos, legislativos, sociales y morales tienen peso suficiente para oponerse a cualquier “orientación sexual”?, como ahora se dice.
Pero las consecuencias no acaban ahí: los embarazos no expresamente deseados (o no aceptados en cualquier momento de la gravidez) legitiman la legalización del aborto. La familia pierde su estructura, y cualquier coyunda queda equiparadas bajo el mismo rótulo pervertido de familia. El instituto jurídico del matrimonio civil queda pulverizado: matrimonio ya es cualquier cosa. Al extenderse la noción de igualdad a cualquier situación, pasando por encima de la biología y la fisiología, deja de haber obstáculos para pretender una igualdad quimérica en todos los órdenes imaginables. Y cuando se comprueba que todo esto no produce más que dolor, muerte, inadaptación social y montañas de carne de psiquiatra, los esfuerzos de los gobernantes se dirigen a los efectos, porque las causas ya se han convertido en dogma intangible.
Pablo VI comprendió eso con visión profética, y en la Humanae Vitae hizo pronósticos que se han cumplido con exactitud: la progresiva de los estándares morales en la sociedad; el aumento de la infidelidad; la disminución del respeto de los varones hacia las mujeres, y el uso coactivo de las tecnologías antinatalistas por los Gobiernos. ¿Puede alguien con mínima honradez intelectual negar estas realidades?, ¿puede regatearse a la Humanae Vitae su carácter profético?
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