Hace ya más de 20 años un nombre básico en los estudios sobre capital social, James S. Coleman, estudió las causas de por qué los centros educativos confesionales obtenían un mejor rendimiento, tanto en relación a los centros públicos como a las escuelas privadas. Estas últimas si bien superaban a los públicos quedaban muy por detrás de los religiosos. Esto se cumplía básicamente para los centros católicos que eran los más numerosos, también para otras confesiones. La razón del éxito de las escuelas confesionales tiene que ver con algo medible y mundano: el capital social. Los alumnos de aquellos centros tienen mayor facilidad para vivir de acuerdo con normas compartidas, factor básico para la formación del capital social. Además, los padres de la comunidad religiosa mantienen más relaciones entre sí que en los otros tipos de centro, produciéndose lo que Coleman llama el cierre del capital social localizado. En una línea de estudio parecida constató que los religiosos practicantes de las escuelas públicas obtenían mucho mejores notas que los no religiosos. En definitiva la religión vivida posee la capacidad de aportar capital humano positivo en una medida superior a otras redes de confianza. No hace falta salir de España para observar -de acuerdo con la serie de datos del CIS- que los católicos practicantes son el grupo social que tiene una tasa más alta de participación electoral. Los no creyentes, son los que menos. También son los católicos practicantes los que en una mayor proporción pertenecen a ONGs. La Iglesia, sus organizaciones, empezando por la propia Caritas y terminando por tropecientas de carácter parroquial, arciprestal, y diocesano, en una red capilar que llega a todas partes, desarrolla una tarea de asistencia social insustituible. Ni el propio Estado es capaz de hacer lo que ella hace y como lo hace. Los inmigrantes encuentran ayuda, acogida real, no en los servicios de las administraciones públicas, casi inexistentes si exceptuamos la policía y los jueces, sino en la Iglesia. Cada domingo cuando los católicos y los demás cristianos se reúnen, reciben lecciones sobre su deber de servir a los demás, de amarlos, de trabajar para ellos, de no buscar el beneficio propio. En definitiva, un catálogo de actitudes benefactoras. Se podrá discutir el caso que después, los asistentes hacen a tales recomendaciones, pero bajo una lógica humana resulta incuestionable que éstos serán más propensos a actuar en términos mas solidarios y benéficos que aquellos que no reciben este discurso o que se educan en narraciones que exaltan el beneficio personal, el lucro propio, la competitividad, sin reparar demasiado en los medios. La lista de hechos es suficiente para razonar que la religión desde una perspectiva laica, es buena para la propia sociedad. Esto no es ningún descubrimiento reciente, pero a veces hay que recordarlo, sobre todo en este país donde el propio gobierno, en vez de asumir con normalidad esta evidencia, se inclina por considerar la religión como un dato negativo “casposo”, poniendo trabas a su presencia social. Es una forma como otra de gobernar contra los intereses reales de la sociedad.
fuente: forum libertas
1 comentario:
...no me parecen muy acertados estos resultados que se exponen,
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