11 enero 2008

06/08: Amor y paciencia

Llegaron los reyes


El pasado día seis, los Reyes Magos de Oriente vinieron a casa cargados de regalos. Cuando nos levantamos, encontramos los presentes junto al Belén, cariñosamente envueltos, cada uno con su nombre.

Teresita, que tiene cuatro años, fue la que más disfrutó. Abría uno a uno, con cuidado, con cariño, con asombro y con agradecimiento. El último era un muñeco que, supuestamente, debía hablar, reír, llorar y decir; mamá, tengo sueño, etc. Al ponerle las pilas, un disco grababa la voz de la pequeña mamá diciendo el nombre de su bebé para, así, identificar su voz y permitir que el bebé pudiera contestar a la llamada de su mamá. Resultó que el disco no funcionaba bien y decía lo siguiente; “hola joven mamá, dime el nombre de tu bebé”, Teresita contestaba; Juan. Entonces el disco repetía; “ahora dímelo de nuevo” y Teresita repetía; “Juan”. El disco, en vez de grabar el nombre volvía a pedir una y otra vez que le dijeran el nombre del bebé. El disco parecía rayado. Lo intentó mi marido hasta que desistió. Lo intenté yo, lo intentó Jaime, lo intentó Bea y lo intentó la abuela. Lo intentamos todos, hasta que nos cansamos de oír el disco repetirse una y otra vez. Era una especie de pesadilla.

Llegamos a la conclusión de que el bebé no funcionaba y que debíamos cambiarlo por otro. Lo metimos en su caja y lo dejamos en el hall de entrada para no olvidarnos de hacer el cambio. “Es lo que hacemos los adultos, cuando algo no funciona lo cambiamos, cuando algo está defectuoso concluimos que no nos sirve, cuando alguien no hace lo que queremos nos impacientamos”. Pero Teresita iba una y otra vez al hall de entrada, sacaba a su bebé de la caja, lo cogía en brazos y se pasaba horas muertas contestando al disco rayado que su bebé se llamaba Juan. Eso hizo durante innumerables ocasiones. Cogía al bebé con un cariño impresionante, le cantaba, le hablaba, le ponía a dormir y respondía al disco una y otra vez que su bebé se llamaba Juan. No entendía porqué queríamos cambiarlo por otro porque era su bebé, era el bebé que le habían traído los Reyes Magos. Y, ¿qué ocurrió? Pues que al cabo de dos o tres días, el disco dejó de repetirse y funcionó. Ahora, cada vez que Teresita llama a Juan, el bebé contesta a su pequeña mamá.

Así que el bebé ¡ya no está roto!, quizás nunca lo estuvo. Simplemente será que el disco estaba un poco defectuoso pero la paciencia de Teresita lo arregló. Ver a mi hija Teresita repetir el nombre de su bebé una y otra vez, sin cansarse, con una sonrisa y con toda la paciencia del mundo me hizo reflexionar… ¿Cuántas veces nuestros hijos, nuestros maridos, nuestros amigos, nuestros seres queridos y las personas que nos rodean nos resultan defectuosos por nuestra falta de paciencia? ¿Cuántas veces se podrían subsanar esos defectos con un poco de paciencia y cariño? ¿Cuántas veces cambiamos a las personas que tienen algún defecto porque nos ponen nerviosos o porque no cumplen nuestras expectativas? Y comprendo mejor aquello que decía Jesús de que para entrar en el Reino de los Cielos debemos ser como niños.


Autor: Beatriz Ozores

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