Nuestra época requiere más que nunca una contribución solidaria
En principio lo económico, allegar y administrar bienes materiales, es ajeno al ser de la Iglesia: «nuestra ciudadanía está en el cielo» (Flp 3.20). Jesús declaró bienaventurados a los pobres (Lc 6.20) y, de su estilo de vida, decía que «las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Lc 9.58). Además, se declaró ajeno a cuestiones de herencias (Lc 12.14-15). Incluso el materialismo es siempre un peligro para la vida y misión de la Iglesia, como advirtió Benedicto XVI en el encuentro con los obispos estadounidenses (16 abril 2008). Evangelizar es la misión y ser de la Iglesia, según la vibrante exclamación de San Pablo, «¡ay de mí si no evangelizara!» (1Co 9.16). A ella, como signo de contradicción, debe entregarse en cuerpo y alma, a pesar de la incomprensión y limitaciones humanas, en cualquier circunstancia. «La Iglesia debe ser incansable en esta misión recibida de Cristo [...]. No puede desanimarse ni siquiera ante disidencias, protestas o cualquier tipo de acusaciones, como, por ejemplo, la de hacer proselitismo o la de supuestos intentos de clericalizar la vida social. Sobre todo, no puede dejar de proclamar el Evangelio» (Juan Pablo II, Memoria e identidad). Ahora bien, esta misión, fundada en la Palabra de vida, no es otra que la de extender el Reino de Cristo. «Comporta no perder la confianza ante resistencias, adversidades o escándalos. Significa superar toda separación entre fe y vida, oponiéndose a los falsos evangelios de libertad y felicidad. Quiere decir, además, rechazar la falsa dicotomía entre la fe y la vida política, pues, como ha afirmado el Concilio Vaticano II, "ninguna actividad humana, ni siquiera en los asuntos temporales, puede sustraerse a la soberanía de Dios" (Lumen gentium, 36). Esto quiere decir esforzarse para enriquecer la sociedad y la cultura… con la belleza y la verdad del Evangelio» ( Benedicto XVI , Homilía en el Yankee Stadium, Nueva York, 20 de abril de 2008 ). Un obstáculo real, que no debe empañar nuestra gran esperanza, es «la difusión de la ideología secularista, que socava e incluso rechaza la verdad trascendente». Recordemos el Decreto del Consejo de comisarios del pueblo, presidido por Lenin, sobre «separación de la Iglesia y del Estado, así como de la Escuela y de la Iglesia» (23 de enero de 1918) cuyo empeño era que la religión, sometida a control, se redujese a una acción meramente cultual. La tendencia inmanentista, se halla muy difundida en los «ambientes universitarios, en los medios de comunicación y en la opinión pública. Por estas razones, es necesario más que nunca un testimonio fiel del Evangelio» (Benedicto XVI, Discurso en la Iglesia de San José, Nueva York, 18 de abril de 2008). Hoy es más necesario apoyar el testimonio eclesial con la vida y las constribuciones que precisa. «El secularismo obliga a la Iglesia a reafirmar y perseguir todavía más activamente su misión en y hacia el mundo… En una palabra, el Evangelio debe ser predicado y enseñado como modo de vida integral, que ofrece una respuesta atrayente y veraz, intelectual y prácticamente, a los problemas humanos reales » ( Respuestas de Benedicto XVI a las preguntas de obispos estadounidenses,16 abril 2008). Dada, pues, la dificultad, la necesidad y la grandeza de esta labor todos los medios —acordes con el Evangelio— deben ser empleados. Concretamente los recursos económicos desempeñan un papel importante, como canalizadores del compromiso de fe en la realización de obras concretas. Estas serán, prioritariamente, la vivencia cristiana de la fe, la propagación del mensaje de salvación y la materialización de la solidaridad (canon 1254.2). Además, tras la reforma introducida por la Ley de Presupuestos Generales del Estado para el año 2007, la Iglesia en España no recibirá más financiación que la que determinen sus fieles. Precisamente esta ley habilita un mecanismo por el cual se destinará a la Iglesia el 0,7 % de la cuota íntegra del Impuesto sobre la Renta (IRPF) de los «contribuyentes que manifiesten expresamente su voluntad en tal sentido». Para tal manifestación el impreso —o aplicación informática— del IRPF cuentan con una casilla que ha de ser cumplimentada. Esta colaboración con la Iglesia católica y sus fines no supone un incremento en la cuota del impuesto, tan sólo una destinación a ese fin de lo que, en todo caso, tributa el contribuyente. Este sistema tiene la virtualidad de enfrentarnos con nuestra responsabilidad —también en lo económico— ante la labor de desarrollo humano y cristiano propiciada por la Iglesia. Nos ayuda a atenderla y, a la Iglesia, le garantiza una independencia y libertad de actuación imprescindible en su actividad, que no puede tener otras miras que la fidelidad a su divino fundador. Fuente: forumlibertas
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