El gnosticismo desinhibido
Por Juan Orellana
Cada vez está más claro que tenemos que cambiar de mentalidad y convencernos y habituarnos a pensar que estamos instalados en una era neo-pagana. Y punto. Desde esa perspectiva tratemos de aproximarnos a la experiencia que debieron vivir los primeros cristianos de Roma. Es decir, ya no se trata tanto de lamentarse del vaso que se va vaciando, sino de pensar en el vaso que está por llenar.
Si nos aproximamos a La isla de las almas perdidas, película que se estrena esta semana, con la mirada de un cristianismo hegemónico, la película nos parecerá un ataque frontal y provocativo a las enseñanzas de la Iglesia; si lo hacemos como quien mira un producto cultural pagano, encontraremos un par de elementos recuperables y de interés.
Primero veamos de qué va la película. Detrás de ella está la productora danesa de Lars von Trier, Zentropa, impulsora del movimiento Dogma, que rompe su trayectoria y nos sorprende con una entretenida película de aventuras para adolescentes dirigida por Nikolaj Arcel. Con una esmerada producción y brillante puesta en escena, la película nos cuenta las peripecias de Lulu, una chica de 14 años que tras jugar a la ouija descubre que su hermano Sylvester está poseído por Herman, un hombre que murió hace siglo y medio, y que pertenecía a una Logia que luchaba contra el Mal.
Aunque la película tiene muchos referentes cinematográficos como Harry Potter y evidentes homenajes a las películas de Spielberg E.T. y Encuentros en la Tercera fase (el final está casi calcado), lo que parece claro es que aquí se da un paso más en lo que a "metafísica postmoderna" se refiere, ya que los parámetros en los que se mueve la narración aparecen muy perfilados: existe un más allá, al que se accede por medios esotéricos como la ouija, el alma existe y sobrevive a la muerte corporal, que es posible la transmigración de las almas o metempsicosis, el bien y el mal son entes abstractos que se enfrentan como "la luz y la tiniebla", y que finalmente todo se juega en unos ritos cabalísticos que nada tienen que ver con los intereses humanos. La cinta entronca también con la actual moda de películas de logias secretas, ritos ancestrales, libros sagrados y lenguas arcanas.
Lo que es importante señalar es que si en Harry Potter todo tiene el halo de un cuento fantástico, aquí sin embargo la magia negra y el espiritismo son tomados en serio, como un dato más de la realidad. En ese sentido, toda la trama se desarrolla desde unos parámetros paganos y neognósticos, y propone una aproximación tenebrista y atea al mundo de las almas y de lo sobrenatural. Es cierto que el film expone la necesidad de una salvación del poder del mal, y de una salvación que va más allá de nuestra condición terrenal, pero lo hace sin que el cristianismo haya dejado la más mínima huella en las concepciones de fondo. De hecho, incluso la descripción del alma responde a planteamientos de sabor materialista.
La película es muy entretenida y está bien hecha. Cada uno sabrá si es lo quiere que vayan a ver sus hijos.
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