21 diciembre 2010

50/10: Cómo parar a los matones de la clase

El acoso escolar no es inevitable. El problema es que a veces los consejos que se dan a los que lo sufren son equivocados. Además, la solución se ha de centrar, sobre todo, en el conjunto de la clase y no tanto en los acosadores.
…..Y es conveniente que los acosadores empiecen a considerarse a sí mismos como marginales y marginados, y no a los que suelen sufrir sus injustas violencias.
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…..En lo que va de año, cinco adolescentes se han quitado la vida en Estados Unidos como consecuencia del acoso escolar que sufrían. Esto ha dado lugar a una política de “tolerancia cero” con los acosadores, impulsada por el mismo Secretario de Educación, Arne Duncan.
…..De manera que el curso escolar en Estados Unidos ha comenzado con numerosas sesiones dirigidas a sensibilizar a los alumnos sobre el problema del bullying. Patricia Kelley Criswell, profesora en el Western Michigan University’s School of Social Work, celebra esta iniciativa. Pero advierte en The Christian Science Monitor (12-10-2010) que algunos consejos son contraproducentes.
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Mensajes desafortunados

….. “Empecemos por el consejo que dice: ‘No les hagas caso’. En efecto, a veces lo mejor es quitarse de en medio si, por ejemplo, el acosador es mayor que tú o si uno se encuentra en una zona sin vigilancia. Pero hacerse el sueco ante los acosadores habituales es una mala estrategia. El acoso tiene que ver con el poder; sobre todo, con el desequilibrio de poder. Si alguien logra silenciarte, entonces adquiere todavía más poder sobre ti”.
Otro mensaje desatinado que envían los padres proteccionistas a sus hijos que  son testigos de acoso a otros niños es: “Tú, no te metas”. Este consejo, dice Criswell, refuerza el bullying. Da por supuesto que el acosador tiene tanto poder que no sirve de nada intervenir. Pero la realidad es muy distinta”.
Según una encuesta realizada en 2000 por LaMarsh Centre for Research on Violence and Conflict Resolution de Toronto (Canadá), entre el 80 y el 90% de los niños encuestados declaran que les desagrada ver un acto de acoso. Sin embargo, sólo el 11% de ellos se atreve a intervenir.
La experiencia de Criswell en su trabajo con adolescentes es que “a medida que crece el número de ‘mirones’ que deciden parar los pies a los acosadores, el bullying disminuye”.
Otro mensaje perjudicial es el famoso “No seas soplón”. Para Criswell, es preciso que los alumnos aprendan a distinguir entre soplonar y denunciar algo injusto. “Chivarse es querer dejar mal a alguien por algo sin importancia. En cambio, informar a los profesores sobre el bullying es prestar un servicio a los demás. Es algo heroico porque supone dar la cara por alguien que está siendo maltratado”.
Tampoco sirve el consejo que algunos padres dan a sus hijos: “Esfuérzate por ser amable”. “Claro que ser agradable es importante, pero hay que establecer unos límites. Si te comportas como si no tuvieras carácter, acabarás convirtiéndote en un títere de los acosadores”.
Tan importante como fijar unos límites es favorecer la autoestima y el compañerismo. “Si enseñamos a nuestros hijos —y a sus amigos— a adoptar una postura firme, serán menos vulnerables a los acosadores y más capaces de mantener una posición equilibrada de poder. Así, crecerá su confianza en ellos mismos”.
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En qué piensan los matones
Conocer la forma de pensar de los acosadores es una buena estrategia para afrontar el problema del bullying. Esto es lo que se propuso analizar hace unos años el sociólogo René Veenstra y su equipo de investigadores de la Universidad de Groningen (Holanda). Ya han publicado numerosos estudios sobre el tema.
Una de las conclusiones más interesantes es que los acosadores, a la hora de elegir a sus víctimas, calculan perfectamente los efectos que producirán en el conjunto de la clase. De ahí que suelan escoger a compañeros menos populares. Porque si algo preocupa a los matones es perder la aprobación del resto de la clase.
En la mente de muchos acosadores siempre hay un equilibrio entre la búsqueda de estatus y de afecto; eso es lo que les hace calibrar sus acciones de acoso: su objetivo es ganar una cosa sin perder la otra.
Otro dato significativo es la diferencia por sexos. En general, los chicos que maltratan a otros chicos suelen caer mal a los de su propio sexo (pues éstos les ven como amenazas potenciales), pero no a las chicas. En cambio, las chicas acosadoras desagradan tanto a los chicos como a las chicas; sobre todo, si la víctima es un chico.
La edad es otro factor importante. Mientras que el rechazo a las chicas que maltratan a sus compañeros crece todavía más con la edad, la admiración inicial que las chicas sienten por los chicos acosadores se va perdiendo con los años.
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El ambiente del grupo es clave
 En otro estudio reciente, el equipo holandés muestra que buena parte de los efectos del bullying en la víctima dependen de la actitud (de rechazo o aprobación) que mantiene el resto de sus compañeros hacia los acosadores.
Si las víctimas perciben que el conjunto de la clase rechaza a los matones, crecerá su autoestima; pues entonces achacarán el bullying a la brutalidad de sus acosadores. En cambio, si las víctimas ven que el resto de sus compañeros siguen la corriente a los matones, el riesgo de depresión aumenta al considerarse unos “inadaptados sociales”.
A la vista de estas conclusiones, Veenstra y su equipo sostienen que los programas anti-bullying deberían hacer más hincapié en los alumnos que no son acosadores ni víctimas. Se trata de crear un clima generalizado de rechazo al acoso. En la creación de ese clima, tienen un papel destacado los defensores de las víctimas que son los que en general gozan de más prestigio entre sus compañeros.
Juan Meseguer
Aceprensa, 19 10 2010

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